La botella en el techo
¡Estoy cansado! creí que al pasar los años se detendría, no he podido dormir estos últimos días, las voz que susurra en la noche se han vuelto cada vez más intensa, más desesperada, como si estuviera suplicándome por volver.
Todavía recuerdo aquellas vacaciones, hace ya diez años, cuando decidimos ir a jugar al potrero que se encontraba subiendo la colina, no había muchas casas cerca de esa zona, pero tampoco se encontraba muy lejos de donde solía vivir yo y mis amigos, la propiedad tenía una abundante vegetación espesa, nos hacía sentir como aventureros adentrándose en la montaña. Muchas veces nos advirtieron que no fuéramos al lugar porque era muy solo, era propiedad de un viejo , del cual no puedo recordar ni el nombre y es que nunca lo llegamos a conocer, solo escuchamos alguna vez, que había dejado la propiedad abandonada con todo lo que en ella había, pero esto solo la hacía más interesante, siempre que íbamos solíamos jugar a descubrir algún tesoro o secreto, aunque nunca fuimos capaces de llegar a la casa que se encontraba en lo más profundo de la propiedad, por alguna razón las plantas habían crecido más ahí, cubriendo del todo el camino y la visibilidad, hasta aquel día.
El día comenzó como cualquier otro, nos reunimos en el mismo lugar y subimos en nuestras bicicletas, jugamos hasta adentrada la tarde, cuando ya casi no había luz y los sonidos de los grillos y las aves, que regresaban, daban una sensación horrible, mi hermano, Leo, tuvo una brillante idea — te reto a que vayas a la casa del viejo y toques la puerta — me dijo, entre risas. Sin dudarlo acepté, quería demostrarle que no tenía miedo, mientras bajaba hacia la casa y luchaba contra la maleza, oscurecía cada vez más, lo que hacía que no pudiera distinguir muy bien lo que me rodeaba, atemorizado corrí hasta que choque con algo, abrí los ojos y ya estaba en el frente de la casa, se encontraba llena de hojas secas y la pintura de las paredes de afuera se había caído casi en su totalidad, dejando a la vista las tablas de madera agujereada y dibujando en ellas verdaderas cicatrices, sus vidrios estaban todos rotos y la atmósfera que la rodeaba era cada vez más pesada, comencé a recordar todas las historias que escuchábamos sobre un asesinato, el asesinato de la esposa y la hija del viejo dueño, quienes nunca se vieron salir de la propiedad, historias de brujas y fantasmas, sin tiempo que perder me dirigir a tocar la puerta, pero ésta; como si supiera que me disponía a tocarla, se abrió lentamente, con un rechinido que parecía más un lamento, esa puerta que no puedo olvidar de color negro, intacta como si fuera inmune al tiempo y al clima.
La curiosidad me invadió y decidí dar un par de pasos adelante, olía a humedad, todos los muebles estaban cubiertos de un polvo que se veía espeso, incluso logre ver algunos vasos sobre la mesa, cortinas rotas, en una mesita cercana a la entrada y de apariencia muy vieja, había un par de portarretratos, la verdad es que quería ver la cara de aquel viejo al que le habíamos inventado infinitas historias. Cuando empecé adentrarme a la casa, volví a ver atrás, pero ninguno de mis amigos se lograba ver, no lo pensé mucho y seguí caminando, hasta que golpeé una pequeña piedrecilla, en el piso de madera había seis piedras con un dibujo que a simple vista parecía un garabato, como si algo se apoderara de mí volví a ver así el techo.
Justo encima mío había guindando una botella, de ella guindaba algo parecido a huesos y dentro su contenido no se distinguía, solo recuerdo que era de un color rojo oscuro, cuando me percate mi dedos estaban tocando a la botella, en ese preciso instante la botella sin motivo aparente cayó al piso rompiéndose en mil pedazos, pringándome de su contenido, al mismo tiempo el grito de horror de una mujer, un grito desgarrador resonó por toda la casa, haciendo que todo en ella temblara, un frío subió por mis piernas y se instaló en mi espalda, como una respiración, cuando recobre el control de mis piernas, comencé a correr en la dirección por la que había llegado, no reconocía nada, entre las plantas, figuras impensables se formaban ya estaba completamente oscuro, pero eso no me detuvo ya que sentía que si paraba no iba a salir nunca, sentía como si algo me estuviera siguiendo, a mitad del camino sentí como algo agarraba fuertemente mi brazo, un grito de horror salió de lo más profundo de mi, era Caro, estaba con todos, al parecer ellos también escucharon el grito y corrieron a buscarme. Salimos lo más rápido de ahí, corrimos aterrorizados, yo más que todos ellos. Cuando por fin estuvimos los suficientemente lejos, nos detuvimos para poder respirar, me preguntaron que había sido aquello que se escuchó, controlando un poco el temblor de mi cuerpo les comente lo que estaba en la casa, no sé si era por el miedo que tenía, pero no recordaba bien. Al terminar ellos me miraban incrédulos, aunque yo sé bien que no podían dejar de creer en todo lo que les había contado, ya que ellos también habían sido testigos del grito que recorrió toda la propiedad, después de un momento de silencio, Dani dijo con fuerza — ¡Jamás vamos a volver! — todos asentimos.
Recuerdo al entrar en mi casa y verme en el espejo, lo pálido que me encontraba, no podía parar de temblar al recordar aquella sensación de una respiración fría en mi espalda, que no me abandonaba. Esa noche no pude dormir, aunque mi cuarto no era de gran tamaño, lo sentía gigante en la oscuridad, me arrincone pegado a la pared para asegurarme que no había nada detrás mío, no hacía más que ver figuras que se acercaban, cerraba los ojos pero esto no me ayudaba, ya que imágenes de la casa y de mi huida me atacaban con gran claridad.
Yo sé que si le dijera esto a otra persona no me lo creería, pero desde ese día siento que algo o alguien me sigue, lo veo en una sombra que entra en la oscuridad o un ruido en medio de la noche que parece no tener un origen lógico, no lo puedo explicar, a veces siento que estoy perdiendo la razón, aún después de estos diez años, siento aquella respiración en mi espalda, esa misma que conforme avanza la noche se transforma en un susurro, con voz de mujer que me suplica — vuelve, vuelve a tocar, ya sabes que puerta es.
Justo encima mío había guindando una botella, de ella guindaba algo parecido a huesos y dentro su contenido no se distinguía, solo recuerdo que era de un color rojo oscuro, cuando me percate mi dedos estaban tocando a la botella, en ese preciso instante la botella sin motivo aparente cayó al piso rompiéndose en mil pedazos, pringándome de su contenido, al mismo tiempo el grito de horror de una mujer, un grito desgarrador resonó por toda la casa, haciendo que todo en ella temblara, un frío subió por mis piernas y se instaló en mi espalda, como una respiración, cuando recobre el control de mis piernas, comencé a correr en la dirección por la que había llegado, no reconocía nada, entre las plantas, figuras impensables se formaban ya estaba completamente oscuro, pero eso no me detuvo ya que sentía que si paraba no iba a salir nunca, sentía como si algo me estuviera siguiendo, a mitad del camino sentí como algo agarraba fuertemente mi brazo, un grito de horror salió de lo más profundo de mi, era Caro, estaba con todos, al parecer ellos también escucharon el grito y corrieron a buscarme. Salimos lo más rápido de ahí, corrimos aterrorizados, yo más que todos ellos. Cuando por fin estuvimos los suficientemente lejos, nos detuvimos para poder respirar, me preguntaron que había sido aquello que se escuchó, controlando un poco el temblor de mi cuerpo les comente lo que estaba en la casa, no sé si era por el miedo que tenía, pero no recordaba bien. Al terminar ellos me miraban incrédulos, aunque yo sé bien que no podían dejar de creer en todo lo que les había contado, ya que ellos también habían sido testigos del grito que recorrió toda la propiedad, después de un momento de silencio, Dani dijo con fuerza — ¡Jamás vamos a volver! — todos asentimos.
Recuerdo al entrar en mi casa y verme en el espejo, lo pálido que me encontraba, no podía parar de temblar al recordar aquella sensación de una respiración fría en mi espalda, que no me abandonaba. Esa noche no pude dormir, aunque mi cuarto no era de gran tamaño, lo sentía gigante en la oscuridad, me arrincone pegado a la pared para asegurarme que no había nada detrás mío, no hacía más que ver figuras que se acercaban, cerraba los ojos pero esto no me ayudaba, ya que imágenes de la casa y de mi huida me atacaban con gran claridad.
Yo sé que si le dijera esto a otra persona no me lo creería, pero desde ese día siento que algo o alguien me sigue, lo veo en una sombra que entra en la oscuridad o un ruido en medio de la noche que parece no tener un origen lógico, no lo puedo explicar, a veces siento que estoy perdiendo la razón, aún después de estos diez años, siento aquella respiración en mi espalda, esa misma que conforme avanza la noche se transforma en un susurro, con voz de mujer que me suplica — vuelve, vuelve a tocar, ya sabes que puerta es.
Por Sofía Morales Cascante
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