jueves, 6 de noviembre de 2014






La vida

 La vida como el mayor regalo para el ser humano,
la mas hermosa experiencia del hombre.

Alegrías, miedos,amor y desamor.
conjunto de emociones y sentimientos a lo largo de los años, eso es la vida.

Todo un camino por recorrer y experimentar,
un camino desconocido sin saber cual sera el verdadero destino.

Muchas veces felicidad, otras veces tristezas.

Cada día es un nuevo inicio,
cada día es una nueva historia que se escribe,
cada día es un nuevo final y un nuevo comienzo.  
      
Un desafió que debemos enfrentar,
un reto que demos saber sobrellevar, eso es la vida.



 Tiffany Aguilar león

miércoles, 5 de noviembre de 2014

Un helado

Autor del poema: Sofía Morales Cascante.

Caligramas

Un helado es lo que se conoce como un caligrama. Son poemas cuyo objetivo es dibujar o seguir la figura acerca  de lo que tratan.

lunes, 3 de noviembre de 2014

Henry Kronfle

Biografia de Henry Kronfle


Henry Kronfle nació en Guayaquil el 16 de septiembre de 1932. Poeta. Radicó en México por más de 25 años, desde 1981. Miembro de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, miembro de Cultura y Fraternidad; fundó el Centro de Estudios Poéticos Hispánicos con sede en Madrid. Ha sido cónsul en Río de Janeiro; funcionario cultural en Buenos Aires. Miembro de la Casa de la Cultura Ecuatoriana y de la Asociación de Escritores de México. Miembro fundador y presidente ejecutivo de la Asociación Cultural Mexicano-Ecuatoriana Alfonso Reyes-Juan Montalvo. Obra publicada: Poesía: 25 poemas en la mitad del mundo, Guayaquil, 1973. || Los sonetos de las definiciones, Talleres Deimos, 1984. || Vibraciones del alma, Talleres Deimos, 1987. || Entre el tiempo, el espacio y el amor, Talleres Gráficos de Cultura, 1991. Más allá de mi voz, Talleres Gráficos de Cultura 2000,  Transparencias, Talleres del Grupo Loera Chávez 2003.




Perro

Un mundo de expresión es su mirada.
Y un lenguaje, su cola en movimiento.
Su lamido es un beso al sentimiento.
Y con él, la familia es prolongada
Al escuchar del amo una llamada,
es el eco, su ser, en cumplimiento.
Y al despertar un hueso su contento,
su inefable humildad se ve pintada.
Compañero de amor en la tristeza.
Resignado guardián en el encierro.
Y lealtad, de la cola a la cabeza.
En consecuencia, se comete un yerro
                                                                           (hiriendo al animal en su nobleza)
                                                                           cuando al villano se lo llama perro.


                                                                                                         HENRY KRONFLE


  

miércoles, 29 de octubre de 2014

Jack el Destripador






Jack el Destripador 

(Jack the Ripper en inglés) fue un asesino en serie de identidad desconocida que cometió varios crímenes en 1888, principalmente en el distrito de Whitechapel, en Londres —así como en las áreas empobrecidas de los alrededores—.
El citado apodo se originó de una carta escrita por alguien que se adjudicaba los asesinatos bajo este alias, y como resultado de su difusión por los medios de comunicación, dicho nombre pasó a ser conocido por la sociedad en general.
A pesar de ello, varias fuentes consideran que el aludido documento se trató realmente de una broma de mal gusto elaborada por algún periodista, en un intento de aumentar el interés en la historia y, al mismo tiempo tal vez armar un escándalo.
Otros alias con los que también es conocido el homicida son «El asesino de Whitechapel» y «Mandil de cuero», además de «Genio independiente», este último acuñado en una carta escrita por George Bernard Shaw.
Con frecuencia, Jack el Destripador es descrito como un asesino inteligente, eficaz, burlón, astuto, frío y obsesionado por el asesinato. Los ataques que se le atribuyeron involucraban a mujeres prostitutas de barrios pobres y tenían un modus operandidistintivo, que consistía en estrangulacióndegollamiento y mutilación abdominal. La extracción de los órganos internos de al menos tres de las víctimas llevó a pensar que el asesino tenía conocimientos anatómicos o quirúrgicos. Por otra parte, los rumores de que los asesinatos estaban relacionados entre sí se intensificaron entre septiembre y octubre de 1888, período en el que apareció una gran cantidad de misivas escritas por uno o varios sujetos anónimos, enviadas a Scotland Yard y los medios. Uno de los textos, recibido por George Lusk del Comité de Vigilancia de Whitechapel, incluía medio riñón humano preservado, supuestamente de una de las víctimas. Debido al carácter extraordinariamente brutal de los asesinatos y el enfoque que los medios de comunicación les dieron a los mismos, el público creyó que en verdad se trataba de un único asesino: Jack el Destripador. La amplia cobertura que la prensa le otorgó a dichos eventos provocó que alcanzaran notoriedad a nivel internacional. Una investigación sobre los asesinatos en Whitechapel cometidos hasta 1891 no pudo resolver con certeza si todos los crímenes se conectaban con los asesinatos en 1888; para entonces, la leyenda de Jack el Destripador comenzaba a solidificarse.


Debido a que los homicidios jamás fueron resueltos, las leyendas en torno a ellos se convirtieron en una combinación de investigación histórica genuina, folclórica, y pseudohistórica. Desde entonces, se tiene constancia de más de un centenar de teorías sobre la identidad del Destripador, mientras que los acontecimientos han influido en múltiples obras de ficción literarias, cinematográficas y artísticas.

martes, 28 de octubre de 2014

Cuento de Horror

La botella en el techo


¡Estoy cansado! creí que al pasar los años se detendría, no he podido dormir estos últimos días, las voz que susurra en la noche se han vuelto cada vez más intensa, más desesperada, como si estuviera suplicándome por volver.
Todavía recuerdo aquellas vacaciones, hace ya diez años, cuando decidimos ir a jugar al potrero que se encontraba subiendo la colina, no había muchas casas cerca de esa zona, pero tampoco se encontraba muy lejos de donde solía vivir yo y mis amigos, la propiedad tenía una abundante vegetación espesa, nos hacía sentir como aventureros adentrándose en la montaña. Muchas veces nos advirtieron que no fuéramos al lugar porque era muy solo, era propiedad de un viejo , del cual no puedo recordar ni el nombre y es que nunca lo llegamos a conocer, solo escuchamos alguna vez, que había dejado la propiedad abandonada con todo lo que en ella había, pero esto solo la hacía más interesante, siempre que íbamos solíamos jugar a descubrir algún tesoro o secreto, aunque nunca fuimos capaces de llegar a la casa que se encontraba en lo más profundo de la propiedad, por alguna razón las plantas habían crecido más ahí, cubriendo del todo el camino y la visibilidad, hasta aquel día.
El día comenzó como cualquier otro, nos reunimos en el mismo lugar y subimos en nuestras bicicletas, jugamos hasta adentrada la tarde, cuando ya casi no había luz y los sonidos de los grillos y las aves, que regresaban, daban una sensación horrible, mi hermano, Leo, tuvo una brillante idea te reto a que vayas a la casa del viejo y toques la puerta me dijo, entre risas. Sin dudarlo acepté, quería demostrarle que no tenía miedo,  mientras bajaba hacia la casa y luchaba contra la maleza, oscurecía cada vez más, lo que hacía que no pudiera distinguir muy bien lo que me rodeaba, atemorizado corrí hasta que choque con algo, abrí los ojos y ya estaba en el frente de la casa, se encontraba llena de hojas secas y la pintura de las paredes de afuera se había caído casi en su totalidad, dejando a la vista las tablas de madera agujereada y dibujando en ellas verdaderas cicatrices, sus vidrios estaban todos rotos y la atmósfera que la rodeaba era cada vez más pesada, comencé a recordar todas las historias que escuchábamos sobre un asesinato, el asesinato de la esposa y la hija del viejo dueño, quienes nunca se vieron salir de la propiedad, historias de brujas y fantasmas, sin tiempo que perder me dirigir a tocar la puerta, pero ésta; como si supiera que me disponía a tocarla, se abrió lentamente, con un rechinido que parecía más un lamento, esa puerta que no puedo olvidar de color negro, intacta como si fuera inmune al tiempo y al clima.
La curiosidad me invadió y decidí dar un par de pasos adelante, olía a humedad, todos los muebles estaban cubiertos de un polvo que se veía espeso, incluso logre ver algunos vasos sobre la mesa, cortinas rotas, en una mesita cercana a la entrada y de apariencia muy vieja, había un par de portarretratos, la verdad es que quería ver la cara de aquel viejo al que le habíamos inventado infinitas historias. Cuando empecé adentrarme a la casa, volví a ver atrás, pero ninguno de mis amigos se lograba ver, no lo pensé mucho y seguí caminando, hasta que golpeé una pequeña piedrecilla, en el piso de madera había seis piedras con un dibujo que a simple vista parecía un garabato, como si algo se apoderara de mí volví a ver así el techo. 
Justo encima mío había guindando una botella, de ella guindaba algo parecido a huesos y dentro su contenido no se distinguía, solo recuerdo que era de un color rojo oscuro, cuando me percate mi dedos estaban tocando a la botella, en ese preciso instante la botella sin motivo aparente cayó al piso rompiéndose en mil pedazos, pringándome de su contenido, al mismo tiempo el grito de horror de una mujer, un grito desgarrador resonó por toda la casa, haciendo que todo en ella temblara, un frío subió por mis piernas y se instaló en mi espalda, como una respiración, cuando recobre el control de mis piernas, comencé a correr en la dirección por la que había llegado, no reconocía nada, entre las plantas, figuras impensables se formaban ya estaba completamente oscuro, pero eso no me detuvo ya que sentía que si paraba no iba a salir nunca, sentía como si algo me estuviera siguiendo, a mitad del camino sentí como algo agarraba fuertemente mi brazo, un grito de horror salió de lo más profundo de mi, era Caro, estaba con todos, al parecer ellos también escucharon el grito y corrieron a buscarme. Salimos lo más rápido de ahí, corrimos aterrorizados, yo más que todos ellos. Cuando por fin estuvimos los suficientemente lejos, nos detuvimos para poder respirar, me preguntaron que había sido aquello que se escuchó, controlando un poco el temblor de mi cuerpo les comente lo que estaba en la casa, no sé si era por el miedo que tenía, pero no recordaba bien.  Al terminar ellos me miraban incrédulos, aunque yo sé bien que no podían dejar de creer en todo lo que les había contado, ya que ellos también habían sido testigos del grito que recorrió toda la propiedad, después de un momento de silencio, Dani dijo con fuerza — ¡Jamás vamos a volver! todos asentimos.  
Recuerdo al entrar en mi casa y verme en el espejo, lo pálido que me encontraba, no podía parar de temblar al recordar aquella sensación de una respiración fría en mi espalda, que no me abandonaba. Esa noche no pude dormir, aunque mi cuarto no era de gran tamaño, lo sentía gigante en la oscuridad, me arrincone pegado a la pared para asegurarme que no había nada detrás mío, no hacía más que ver figuras que se acercaban, cerraba los ojos pero esto no me ayudaba, ya que imágenes de la casa y de mi huida me atacaban con gran claridad.  
Yo sé que si le dijera esto a otra persona no me lo creería, pero desde ese día siento que algo o alguien me sigue, lo veo en una sombra que entra en la oscuridad o un ruido en medio de la noche que parece no tener un origen lógico, no lo puedo explicar, a veces siento que estoy perdiendo la razón, aún después de estos diez años, siento aquella respiración en mi espalda, esa misma que conforme avanza la noche se transforma en un susurro, con voz de mujer que me suplica — vuelve, vuelve a tocar, ya sabes que puerta es.

Por Sofía Morales Cascante

domingo, 26 de octubre de 2014

Ambrose Bierce


Ambrose Bierce, fue un periodista, escritor y editorialista, estadounidense. Nacido en en 1842, también presenció la Guerra Civil, su estilo lúcido y vehemente le ha permitido conservar la popularidad un siglo después de su muerte. 
Lo principal la reputación de Bierce reside en los amargos y salvajes cuentos, una parte de ellos relacionados con la Guerra que presenció.
Virtualmente todos los
relatos de Bierce son cuentos de horror, y mientras muchos de ellos
tratan tan solo de los horrores físicos y psicológicos en los límites de
la naturaleza, una parte substancial admiten la presencia de lo
malignamente sobrenatural y forman un conjunto destacado en el

acervo de la literatura fantástica norteamericana.




El Dedo del Medio del Pie Derecho

El dedo medio del pie
derecho 

Un hombre llamado Manton ha asesinado horriblemente a su esposa y sus dos hijos, la primera de las cuales carecía del dedo medio del pie derecho. Diez años después regresa muy alterado al lugar del crimen, y siendo misteriosamente reconocido, es provocado a batirse a duelo con navaja en la oscuridad de la casa cuando llega el momento del duelo, es víctima de un engaño y queda sin antagonista, encerrado en una habitación oscura del edificio supuesta mente embrujado, cubierta con el espeso polvo de una década. Ningún cuchillo lo ataca, pues el intento era asustarlo, pero al día siguiente se lo encuentra agazapado en un rincón con el rostro distorsionado, muerto de pánico por algo que vio. La única pista visible que se ofrece tiene implicancias horribles:

"en el espeso polvo que los años acumularon sobre el piso, yendo desde la puerta por la que habían entrado y a lo largo de la habitación hasta una yarda del cadáver acurrucado de Manton, podían se ver tres líneas paralelas de huellas, leves pero definidas huellas de pies desnudos, dos de las cuales pertenecían a las de unos niños, la del medio a una mujer. Las huellas terminan ahí, no regresan. Todas apuntan en la misma dirección". 

Y, por supuesto, las huellas de la mujer muestran la carencia del dedo medio del pie derecho.


Para escuchar esta literatura https://www.youtube.com/watch?v=pvEW3DiB0L4

sábado, 25 de octubre de 2014

Edgar Allan Poe


el cuervo

Una vez, al filo de una lúgubre media noche,
mientras débil y cansado, en tristes reflexiones embebido,
inclinado sobre un viejo y raro libro de olvidada ciencia,
cabeceando, casi dormido,
oyóse de súbito un leve golpe,
como si suavemente tocaran,
tocaran a la puerta de mi cuarto.
“Es —dije musitando— un visitante
tocando quedo a la puerta de mi cuarto.
Eso es todo, y nada más.”

¡Ah! aquel lúcido recuerdo
de un gélido diciembre;
espectros de brasas moribundas
reflejadas en el suelo;
angustia del deseo del nuevo día;
en vano encareciendo a mis libros
dieran tregua a mi dolor.
Dolor por la pérdida de Leonora, la única,
virgen radiante, Leonora por los ángeles llamada.
Aquí ya sin nombre, para siempre.

Y el crujir triste, vago, escalofriante
de la seda de las cortinas rojas
llenábame de fantásticos terrores
jamás antes sentidos.  Y ahora aquí, en pie,
acallando el latido de mi corazón,
vuelvo a repetir:
“Es un visitante a la puerta de mi cuarto
queriendo entrar. Algún visitante
que a deshora a mi cuarto quiere entrar.
Eso es todo, y nada más.”

Ahora, mi ánimo cobraba bríos,
y ya sin titubeos:
“Señor —dije— o señora, en verdad vuestro perdón
imploro,
mas el caso es que, adormilado
cuando vinisteis a tocar quedamente,
tan quedo vinisteis a llamar,
a llamar a la puerta de mi cuarto,
que apenas pude creer que os oía.”
Y entonces abrí de par en par la puerta:
Oscuridad, y nada más.

Escrutando hondo en aquella negrura
permanecí largo rato, atónito, temeroso,
dudando, soñando sueños que ningún mortal
se haya atrevido jamás a soñar.
Mas en el silencio insondable la quietud callaba,
y la única palabra ahí proferida
era el balbuceo de un nombre: “¿Leonora?”
Lo pronuncié en un susurro, y el eco
lo devolvió en un murmullo: “¡Leonora!”
Apenas esto fue, y nada más.

Vuelto a mi cuarto, mi alma toda,
toda mi alma abrasándose dentro de mí,
no tardé en oír de nuevo tocar con mayor fuerza.
“Ciertamente —me dije—, ciertamente
algo sucede en la reja de mi ventana.
Dejad, pues, que vea lo que sucede allí,
y así penetrar pueda en el misterio.
Dejad que a mi corazón llegue un momento el silencio,
y así penetrar pueda en el misterio.”
¡Es el viento, y nada más!

De un golpe abrí la puerta,
y con suave batir de alas, entró
un majestuoso cuervo
de los santos días idos.
Sin asomos de reverencia,
ni un instante quedo;
y con aires de gran señor o de gran dama
fue a posarse en el busto de Palas,
sobre el dintel de mi puerta.
Posado, inmóvil, y nada más.

Entonces, este pájaro de ébano
cambió mis tristes fantasías en una sonrisa
con el grave y severo decoro
del aspecto de que se revestía.
“Aun con tu cresta cercenada y mocha —le dije—,
no serás un cobarde,
hórrido cuervo vetusto y amenazador.
Evadido de la ribera nocturna.
¡Dime cuál es tu nombre en la ribera de la Noche Plutónica!”
Y el Cuervo dijo: “Nunca más.”

Cuánto me asombró que pájaro tan desgarbado
pudiera hablar tan claramente;
aunque poco significaba su respuesta.
Poco pertinente era. Pues no podemos
sino concordar en que ningún ser humano
ha sido antes bendecido con la visión de un pájaro
posado sobre el dintel de su puerta,
pájaro o bestia, posado en el busto esculpido
de Palas en el dintel de su puerta
con semejante nombre: “Nunca más.”

Mas el Cuervo, posado solitario en el sereno busto.
las palabras pronunció, como virtiendo
su alma sólo en esas palabras.
Nada más dijo entonces;
no movió ni una pluma.
Y entonces yo me dije, apenas murmurando:
“Otros amigos se han ido antes;
mañana él también me dejará,
como me abandonaron mis esperanzas.”
Y entonces dijo el pájaro: “Nunca más.”

Sobrecogido al romper el silencio
tan idóneas palabras,
“sin duda —pensé—, sin duda lo que dice
es todo lo que sabe, su solo repertorio, aprendido
de un amo infortunado a quien desastre impío
persiguió, acosó sin dar tregua
hasta que su cantinela sólo tuvo un sentido,
hasta que las endechas de su esperanza
llevaron sólo esa carga melancólica
de ‘Nunca, nunca más’.”

Mas el Cuervo arrancó todavía
de mis tristes fantasías una sonrisa;
acerqué un mullido asiento
frente al pájaro, el busto y la puerta;
y entonces, hundiéndome en el terciopelo,
empecé a enlazar una fantasía con otra,
pensando en lo que este ominoso pájaro de antaño,
lo que este torvo, desgarbado, hórrido,
flaco y ominoso pájaro de antaño
quería decir granzando: “Nunca más.”

En esto cavilaba, sentado, sin pronunciar palabra,
frente al ave cuyos ojos, como-tizones encendidos,
quemaban hasta el fondo de mi pecho.
Esto y más, sentado, adivinaba,
con la cabeza reclinada
en el aterciopelado forro del cojín
acariciado por la luz de la lámpara;
en el forro de terciopelo violeta
acariciado por la luz de la lámpara
¡que ella no oprimiría, ¡ay!, nunca más!

Entonces me pareció que el aire
se tornaba más denso, perfumado
por invisible incensario mecido por serafines
cuyas pisadas tintineaban en el piso alfombrado.
“¡Miserable —dije—, tu Dios te ha concedido,
por estos ángeles te ha otorgado una tregua,
tregua de nepente de tus recuerdos de Leonora!
¡Apura, oh, apura este dulce nepente
y olvida a tu ausente Leonora!”
Y el Cuervo dijo: “Nunca más.”

“¡Profeta!” —exclamé—, ¡cosa diabolica!
¡Profeta, sí, seas pájaro o demonio
enviado por el Tentador, o arrojado
por la tempestad a este refugio desolado e impávido,
a esta desértica tierra encantada,
a este hogar hechizado por el horror!
Profeta, dime, en verdad te lo imploro,
¿hay, dime, hay bálsamo en Galaad?
¡Dime, dime, te imploro!”
Y el cuervo dijo: “Nunca más.”

“¡Profeta! —exclamé—, ¡cosa diabólica!
¡Profeta, sí, seas pájaro o demonio!
¡Por ese cielo que se curva sobre nuestras cabezas,
ese Dios que adoramos tú y yo,
dile a esta alma abrumada de penas si en el remoto Edén
tendrá en sus brazos a una santa doncella
llamada por los ángeles Leonora,
tendrá en sus brazos a una rara y radiante virgen
llamada por los ángeles Leonora!”
Y el cuervo dijo: “Nunca más.”

“¡Sea esa palabra nuestra señal de partida
pájaro o espíritu maligno! —le grité presuntuoso.
¡Vuelve a la tempestad, a la ribera de la Noche Plutónica.
No dejes pluma negra alguna, prenda de la mentira
que profirió tu espíritu!
Deja mi soledad intacta.
Abandona el busto del dintel de mi puerta.
Aparta tu pico de mi corazón
y tu figura del dintel de mi puerta.
Y el Cuervo dijo: “Nunca más.”

Y el Cuervo nunca emprendió el vuelo.
Aún sigue posado, aún sigue posado
en el pálido busto de Palas.
en el dintel de la puerta de mi cuarto.
Y sus ojos tienen la apariencia
de los de un demonio que está soñando.
Y la luz de la lámpara que sobre él se derrama
tiende en el suelo su sombra. Y mi alma,
del fondo de esa sombra que flota sobre el suelo,
no podrá liberarse. ¡Nunca más!